La muda en las aves

El plumaje de una ave está sometido a un continuo desgaste, que obliga a una regular regeneración del mismo. Este proceso de renovación de las plumas se denomina muda, y como norma general se realiza una vez por temporada. Pero el recambio del plumaje no es igual en todas las especies. En los pequeños paseriformes este proceso suele realizarse tras la conclusión del periodo de cría, a finales de verano y durante el otoño; en algunas especies se puede realizar una muda parcial de las plumas de contorno a comienzos del verano; las especies migradoras realizan la muda en sus cuarteles de verano, antes de la partida (para no hacer coincidentes los desgastes energéticos del viaje y de la muda). El caso de las grandes aves (rapaces o cigüeñas, por ejemplo) es diferente, pues el proceso de muda se realiza prácticamente durante todo el año. Una pluma crece a un ritmo diario de 5-10 mm., por lo que una rémige puede tardar varias semanas en regenerarse, si tenemos en cuenta que muchas especies necesitan de su plumaje completo para estar en óptimas condiciones (de caza en el caso de las aves de presa), la lógica parece indicar que esta muda ha de realizarse de forma progresiva.

Debido al esfuerzo energético que supone la muda, las diferentes especies
llevan a cabo este proceso evitando, en la medida de lo posible, otros periodos de
alto desgaste energético dentro de la vida de un pájaro: la migración, la cría y el
invierno. Consecuentemente, la muda se produce en dos periodos principales: a
finales de verano, después de haber criado, antes de la emigración y antes de que
llegue el invierno (muda postreproductora o de otoño), y justo después del invierno,
antes de la época de cría (muda prerreproductora o de primavera).

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